Trata de un hombre que se levanta un día y advierte que ha perdido su nariz. Más tarde se la encuentra por la calle y descubre que ésta ha desarrollado su propia vida social y que incluso ha alcanzado un estatus más alto que el suyo.
Cuenta la historia de un insignificante y oscuro funcionario, Akaki Akakievich, cuya anodina existencia consiste en copiar constantemente todos los documentos que le proporcionan sus superiores, la gente importante, en una oficina de la administración pública. Ante la oferta de subir un escalafón y ampliar sus actividades prefiere seguir como hasta el momento, cumpliendo su rutina, que por otra parte es lo único que sabe y le gusta hacer.
El vagabundo es el hombre que ha recorrido el mundo con los ojos abiertos y el oído atento y que ha recogido las lecciones que la vida y el contacto con los hombres le han proporcionado. Sus parábolas y sus apólogos encierran la sabiduría práctica y la agudeza psicológica que ha acumulado con los años.
El texto que Gibrán nos presenta en El profeta se nos ofrece como una revelación sobre la verdad de la vida en este mundo. Con estilo sencillo, de estructura dialógica y cierto sentido de parábola, el autor, imbuido de su papel de profeta, nos alecciona sobre el amor, el matrimonio, los hijos, el trabajo, el bien, el mal, la muerte. Cada capítulo del libro se resuelve en una serena meditación de intención utilitaria.
Bajo una forma ligeramente novelada, si bien en orden no cronológico, Cané relata sus andanzas de estudiante y las del grupo de jóvenes que eran sus compañeros en el Colegio Nacional de Buenos Aires, recién fundado sobre el antiguo seminario (internado) de los jesuitas, en un antiguo edificio de la calle Bolívar en Buenos Aires…